En Origen con Martha Albir

Visitamos Finca Bethania para hablar con Martha Albir, tercera generación cafetalera que, junto a su hermana Ana María, transformó hace una década la finca familiar hacia la especialidad. Entre montañas fronterizas con Honduras, Bethania combina historia, procesos modernos y una visión clara: cafés dulces, limpios y consistentes que hablen de su territorio.

Historia familiar y relevo

Hace una década, Martha y su hermana Ana María tomaron las riendas del proyecto que su abuelo había iniciado y su padre había consolidado. Hasta entonces, la finca producía café que se vendía localmente, sin imaginar que el mundo de la especialidad podía abrir tantas puertas. “Fue un salto al vacío, pero lleno de ilusión”, recuerda. “Gracias a Mare Terra aprendimos a ver el café de otra manera: a cuidar los procesos, a medir, a catar, a entender qué significa realmente calidad”.

Entre montañas, tradición y nuevas variedades

Finca Bethania se encuentra en Suyatal, Dipilto, muy cerca de la frontera con Honduras. Es una zona reconocida por producir algunos de los mejores cafés de Nicaragua. En este entorno privilegiado, Martha cultiva variedades que representan tanto la tradición como la innovación: Maracaturra, la reina indiscutible de la región; y otras más recientes como Java, Geisha y Sidra.

“Maracaturra es muy nuestra”, explica. “A los recolectores les encanta porque rinde bien, y a mí me fascina su dulzura. Pero el Java tiene un perfume a jazmín que me enamora”.

Procesos que combinan ciencia y sensibilidad

En Bethania conviven procesos tradicionales con otros más experimentales. El beneficio húmedo se encuentra en la finca, mientras que el beneficio seco está en Ocotal. Allí, Martha y su equipo trabajan con lavados, honeys y naturales, y han incorporado fermentaciones anaeróbicas y de larga duración.

Recuerda entre risas los primeros intentos: “Tenía miedo de que explotaran las bolsas de fermentación, pero todo salió bien. Hoy controlamos los procesos con precisión y hemos logrado cafés mucho más complejos”.

De todos, su favorito es el Natural Sleeping Bag, un proceso natural tapado que, según ella, “mantiene la limpieza y dulzura que nos caracteriza”. En taza, busca siempre equilibrio: dulzura alta, notas a chocolate y una textura limpia y sedosa.

Comunidad y biodiversidad

Antes de despedirnos, Martha lanza una invitación sincera a los tostadores y baristas: “Vengan a origen. Aquí entenderán de dónde nace cada nota, cada dulzura. Mi tierra tiene un café increíble y una gente aún mejor”. Mientras cae la tarde sobre los cafetales, uno siente que Betania no es solo una finca: es una historia de raíces, constancia y esperanza, escrita en cada taza.Más allá de la producción, Martha se preocupa por crear un entorno sostenible para su equipo y el ecosistema que los rodea. En los últimos años ha sembrado árboles frutales para atraer aves y ofrecer alimento a los trabajadores. “Antes no se veían oropéndolas por aquí”, cuenta. “Desde que hay más frutales, volvieron. Es una señal de que estamos haciendo las cosas bien”.Antes de despedirnos, Marta lanza una invitación sincera a los tostadores y baristas: “Vengan a origen. Aquí entenderán de dónde nace cada nota, cada dulzura. Mi tierra tiene un café increíble y una gente aún mejor”. Mientras cae la tarde sobre los cafetales, uno siente que Betania no es solo una finca: es una historia de raíces, constancia y esperanza, escrita en cada taza.

Mirando hacia el futuro

Cuando le preguntamos cómo imagina el futuro de Bethania, su respuesta combina ilusión y realismo. “Sueño con seguir creciendo, con mejorar la infraestructura, construir dormitorios nuevos, una cocina más grande y seguir exportando más cafés de alta calidad”.

Su meta para 2030 es clara: alcanzar los 1.000 quintales exportados, mantener el 70 % de los lotes entre 88 y 89 puntos y lograr al menos dos lotes de 90+. “Y ojalá que para entonces sean mi hijo o mi sobrina quienes tomen el relevo. Ya empiezan a interesarse mucho por el café”.